Esta situación es reflejo de la falta de autoridad que existe en algunas familias en las que no se sabe bien quién “manda”. Cuando eso ocurre mandan los niños y, no habría nada que objetar, si tuviésemos claro que ellos y ellas tienen la madurez suficiente para tomar “buenas decisiones” y para actuar de forma conveniente. Lo que sabemos es que no siempre es así, más aún, la mayoría no tienen aún como referente de sus actos lo que deben hacer sino lo que desean hacer.
Por consiguiente, hay que tener claro que quiénes mandan en la familia deben ser los padres y en la escuela el profesorado. Y esto las personas adultas deberíamos explicárselo muy bien a nuestros adolescentes y jóvenes. Sin aceptar la autoridad educativa del profesorado o de los padres será muy difícil que los niños, niñas y adolescentes aprendan conocimientos y sean personas educadas. Aunque sin confundir autoridad con autoritarismo ni obediencia con sumisión. Cada cosa en su sitio.
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