¿Qué es la responsabilidad?
En muchas ocasiones oímos que tal o cual persona no es responsable, incluso escuchamos que los jóvenes son poco o nada responsables. Se dice que alguien no es responsable cuando no cumple o se le olvidan sus obligaciones, cuando tiene comportamientos arriesgados o antisociales, cuando no asume las consecuencias de lo que hace y le echa la culpa a otras personas. Es claro que uno de los objetivos de la educación familiar y escolar es conseguir que los hijos y estudiantes sean personas responsables y que se comporten con arreglo a esta cualidad. Vamos a comenzar tratando de definir la responsabilidad a través de una serie de categorías o niveles que nos faciliten su enseñanza.
La responsabilidad es un valor que tiene varios niveles de significación. Uno, es una cualidad propia de una persona cuidadosa y atenta en lo que hace o decide; dos, está relacionada con el respeto a los derechos y sentimientos de los demás; tres, un comportamiento responsable es propio de alguien que ayuda a los demás; cuatro, es propio de una persona que actúa con autonomía y libertad; cinco, una persona responsable reconoce y acepta las consecuencias de un hecho realizado libremente.
¿Cómo se aprende a ser responsables?
Esta cualidad o valor, con la que no se nace, tiene que ser un objetivo fundamental a conseguir con los adolescentes y jóvenes principalmente en el ámbito familiar y, también, en el escolar. Se trata, por consiguiente, de crear un ambiente en la casa y en la escuela que les enseñe a decidir de forma adecuada, teniendo en cuenta diferentes alternativas y valorando con antelación las consecuencias de sus decisiones; de hacerles conscientes de la existencia de los demás y de sus necesidades; de conseguir que sean atentos y cuidadosos en lo que hacen; y, por último, a sentirse responsables de lo que hacen.
Esta cualidad no se consigue de forma instantánea al cumplir una edad, sino que se adquiere de forma progresiva a través de un proceso. Se comienza como un juego imitando a los padres y poco a poco se van adquiriendo mayores responsabilidades. No podemos pedirle a un chico o a una chica que sean responsables porque ya tienen edad si desde pequeños no hemos ido dándoles responsabilidades y haciéndoles ver las consecuencias de sus actos. Son los padres los que administran no sólo los derechos sino también las responsabilidades de los hijos: “Has cumplido un año más y te vamos a ampliar el tiempo para salir, pero tendrás también que sacar la basura...”.
El papel de los padres consistirá en establecer las normas y obligaciones de los hijos; animarles y ayudarles a cumplirlas; reconocer y valorar sus aciertos; y establecer consecuencias negativas (castigos) si no las cumplen. No será aconsejable hacer las cosas por ellos porque no las hacen bien o por lástima; exigir las obligaciones un día sí y otro no; recordarles muchas veces lo que tienen que hacer; o que no cumplan con las obligaciones y que no pase nada. Por consiguiente, las responsabilidades han de estar claras y el comportamiento de los padres ha de ser coherente.
¿Qué responsabilidades u obligaciones son propias de los adolescentes?
Las obligaciones de los adolescentes estarán relacionadas con los horarios de entrar y salir; con el uso de la televisión, el ordenador o la pley; con el estudio en casa y con la asistencia al instituto; y con la colaboración en las tareas del hogar; entre otras. No existen responsabilidades diferentes para chicos o para chicas. Es importante que ambos aprendan a colaborar en las tareas del hogar: a poner y recoger la mesa, a lavar los platos, a hacer de comer, a limpiar la casa, a poner la lavadora, a tender... El aprendizaje de estas actividades dependerá de la edad, pero no tienen por qué estar asociadas a ser hombre o mujer.
Puede ser recomendable poner por escrito las obligaciones de los diferentes miembros de la familia en un lugar bien visible para que sirva de recordatorio a todos. Tienen que estar bien explicadas para que no haya dudas sobre quién, cómo o cuándo hay que realizarlas. Hay que establecer también las consecuencias positivas y negativas que tendrá el cumplimiento de las responsabilidades.
Finalmente, los padres tienen que darle a sus hijos e hijas la oportunidad de ser responsables, porque conforme vayan siéndolo, van a adquirir mayor confianza en sí mismos y esto les animará en su proceso de hacerse personas responsables.
En muchas ocasiones oímos que tal o cual persona no es responsable, incluso escuchamos que los jóvenes son poco o nada responsables. Se dice que alguien no es responsable cuando no cumple o se le olvidan sus obligaciones, cuando tiene comportamientos arriesgados o antisociales, cuando no asume las consecuencias de lo que hace y le echa la culpa a otras personas. Es claro que uno de los objetivos de la educación familiar y escolar es conseguir que los hijos y estudiantes sean personas responsables y que se comporten con arreglo a esta cualidad. Vamos a comenzar tratando de definir la responsabilidad a través de una serie de categorías o niveles que nos faciliten su enseñanza.
La responsabilidad es un valor que tiene varios niveles de significación. Uno, es una cualidad propia de una persona cuidadosa y atenta en lo que hace o decide; dos, está relacionada con el respeto a los derechos y sentimientos de los demás; tres, un comportamiento responsable es propio de alguien que ayuda a los demás; cuatro, es propio de una persona que actúa con autonomía y libertad; cinco, una persona responsable reconoce y acepta las consecuencias de un hecho realizado libremente.
¿Cómo se aprende a ser responsables?
Esta cualidad o valor, con la que no se nace, tiene que ser un objetivo fundamental a conseguir con los adolescentes y jóvenes principalmente en el ámbito familiar y, también, en el escolar. Se trata, por consiguiente, de crear un ambiente en la casa y en la escuela que les enseñe a decidir de forma adecuada, teniendo en cuenta diferentes alternativas y valorando con antelación las consecuencias de sus decisiones; de hacerles conscientes de la existencia de los demás y de sus necesidades; de conseguir que sean atentos y cuidadosos en lo que hacen; y, por último, a sentirse responsables de lo que hacen.
Esta cualidad no se consigue de forma instantánea al cumplir una edad, sino que se adquiere de forma progresiva a través de un proceso. Se comienza como un juego imitando a los padres y poco a poco se van adquiriendo mayores responsabilidades. No podemos pedirle a un chico o a una chica que sean responsables porque ya tienen edad si desde pequeños no hemos ido dándoles responsabilidades y haciéndoles ver las consecuencias de sus actos. Son los padres los que administran no sólo los derechos sino también las responsabilidades de los hijos: “Has cumplido un año más y te vamos a ampliar el tiempo para salir, pero tendrás también que sacar la basura...”.
El papel de los padres consistirá en establecer las normas y obligaciones de los hijos; animarles y ayudarles a cumplirlas; reconocer y valorar sus aciertos; y establecer consecuencias negativas (castigos) si no las cumplen. No será aconsejable hacer las cosas por ellos porque no las hacen bien o por lástima; exigir las obligaciones un día sí y otro no; recordarles muchas veces lo que tienen que hacer; o que no cumplan con las obligaciones y que no pase nada. Por consiguiente, las responsabilidades han de estar claras y el comportamiento de los padres ha de ser coherente.
¿Qué responsabilidades u obligaciones son propias de los adolescentes?
Las obligaciones de los adolescentes estarán relacionadas con los horarios de entrar y salir; con el uso de la televisión, el ordenador o la pley; con el estudio en casa y con la asistencia al instituto; y con la colaboración en las tareas del hogar; entre otras. No existen responsabilidades diferentes para chicos o para chicas. Es importante que ambos aprendan a colaborar en las tareas del hogar: a poner y recoger la mesa, a lavar los platos, a hacer de comer, a limpiar la casa, a poner la lavadora, a tender... El aprendizaje de estas actividades dependerá de la edad, pero no tienen por qué estar asociadas a ser hombre o mujer.
Puede ser recomendable poner por escrito las obligaciones de los diferentes miembros de la familia en un lugar bien visible para que sirva de recordatorio a todos. Tienen que estar bien explicadas para que no haya dudas sobre quién, cómo o cuándo hay que realizarlas. Hay que establecer también las consecuencias positivas y negativas que tendrá el cumplimiento de las responsabilidades.
Finalmente, los padres tienen que darle a sus hijos e hijas la oportunidad de ser responsables, porque conforme vayan siéndolo, van a adquirir mayor confianza en sí mismos y esto les animará en su proceso de hacerse personas responsables.
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