Nadie
duda de la importancia de un buen hábito de estudio, especialmente si nos
referimos a la educación secundaria. Es algo que siempre hablamos en casi todas
las reuniones de padres y madres. Sin embargo, a veces se tiene la impresión de
si realmente cuando hablamos de este tema, familia y profesorado, estamos
entendiendo lo mismo. No consiste en que
el niño o la niña estudien cuando quiera y donde quiera, aunque lo haga con
cierta frecuencia, ni que esté en su cuarto sin salir toda la tarde.
Un
hábito es una conducta que repetimos y convertimos en una rutina que asimilamos
en nuestro comportamiento cotidiano. El diccionario de la RAE lo define así: “Modo
especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o
semejantes, u originado por tendencias instintivas”. Para que exista un hábito
tiene que existir una conducta y una repetición de la misma.
Como
señala la definición de la RAE hay hábitos que son innatos, tienen relación con
comportamientos instintivos (comer, beber, etc.) y no necesitan un aprendizaje
previo. Sin embargo, los niños y niñas no vienen al mundo con el hábito de
estudio aprendido ni lo adquieren por azar al hacerse mayores. El hábito de
estudio se consigue con esfuerzo y a lo largo de un periodo de tiempo
prolongado. Se trata de convertir en una costumbre una acción que cuesta
trabajo realizar, pero que se considera importante para que esa persona se
desarrolle y aumente sus posibilidades. Por consiguiente, la repetición es uno de los elementos
fundamentales de un hábito.
Otro
aspecto clave de lo que hablamos es, además de la repetición, la conducta que
se repite. Y esa conducta es el estudio.
Por consiguiente, debemos de tener claro qué es lo que hay que repetir, es
decir, en qué consiste una buena conducta de estudio. Y estudiar consiste en
hacer las tareas diarias, repasar lo explicado en clase, hacer los trabajos
encomendados y preparar los exámenes. Requiere aprender a organizarse y a
planificar, aprender estrategias y técnicas de estudio, aprender a concentrarse
y a memorizar...
Por último, es conveniente saber que el hábito
facilita el esfuerzo porque su repetición favorece una actitud positiva hacia
el estudio. Crea una disposición que lo hace más fácil e incluso más agradable.
Genera un estado en el que el individuo se siente con mayor confianza en sus
capacidades. Así se produce la “paradoja del buen estudiante”, cuanto más estudia,
menos esfuerzo le cuesta y más motivado está.
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