La vuelta al colegio o al instituto después de las necesarias vacaciones supone, además del pequeño trauma que implica pasar de la inactividad a la actividad, un periodo de preocupación, de renovación, por qué no decirlo también... de ilusión, entre otros sentimientos, encontrados a veces. Es importante venir cargados de sentimientos positivos y de nuevos y buenos propósitos. Ser profesor o profesora es un oficio duro, cada día más, pero también conserva la ilusión de conseguir con nuestro granito de arena que las niñas y los niños, adolescentes y jóvenes, estén mejor preparados como personas, ciudadanos y trabajadores. Son el futuro, nuestro futuro.
Para conseguir sacar una sonrisa de los lectores de este blog, os adjunto más abajo un texto de Mario Benedetti: "La vuelta de Mambrú". Espero que los maestros y maestras, profesores y profesoras, volvamos al colegio o al instituto con los pertrechos y sentimientos del entrañable personaje de la canción infantil. Por un buen curso...
“La vuelta de Mambrú”
Cuando Mambrú se fue a la guerra, llevaba una almohadilla y un tirabuzón. La almohadilla para descansar después de las batallas y el tirabuzón para descorchar las efímeras victorias.
También llevaba un paraguas contra venablos, aguaceros y palabrotas; un anillo de oro para la suerte y contra los orzuelos y un llavero con la llave de su más íntimo desván.
Como a menudo le resultaba insoportable la ausencia de la señora de Mambrú, llevaba un ejemplar del “Cantar de los Cantares”. A fin de sobrellevar los veranillos de San Juan, un abanico persa y otro griego.
Llevaba una receta de sangría para sobornar al cándido enemigo y para el caso de que este no fuera sobornable llevaba un arcabuz y un verduguillo.
Así mismo unas botas de potro que rara vez usaba, ya que siempre le había gustado caminar descalzo y un caleidoscopio artesanal, debido probablemente a que Marey, Edison y Lumière no habían nacido aún para inventar el cine.
Llevaba por último, un escudo de arpillera porque los de hierro pesaban mucho y dos o tres principios fundamentales mezclados con la caspa, bajo el morrión.
Nunca se supo como le fue a Mambrú en la guerra, ni cuantas semanas o siglos se demoró en ella. Lo cierto es que no volvió para la Pascua ni para la Navidad. Por el contrario, transcurrieron centenares de Pascuas y de Navidades sin que volviera o enviara noticias. Nadie se acordaba de él ni de su perra. Nadie cantaba ya la canción que en su tiempo era un hit.
Y sin embargo, fue en medio de esa amnesia que regresó en un vuelo regular de Iberia, exactamente el miércoles pasado. Tan rozagante que nadie osó atribuirle más de un siglo y medio. Tan lozano que parecía el bisnieto de Mambrú.
Por supuesto ante retorno tan insólito hubo una conferencia de prensa en el abarrotado salón Vip. Todos quisieron conocer las novedades que traía Mambrú después de tanta guerra. Cuántas heridas. Cuántos grilletes. Cuántos casus belli. Cuántos pillajes y zafarranchos de combate. Cuánto orgullo. Cuántas lecciones. Cuántos laureles. Cuántas medallas y cruces y chafalonías.
Ante el asedio de micrófonos que diecinueve hombres de prensa blandían como cachiporras, Mambrú, oprimido pero afable solo alcanzó a decir: - Señores, no sé de qué me están hablando. Traje una brisa con arpegios, una paciencia que es un río, una memoria de cristal, un ruiseñor, dos ruiseñoras. Traje una flecha de arco iris y un túnel pródigo de ecos, tres rayos tímidos y una sonata para grillo y piano. Traje un lorito tartamudo y una canilla que no tose. Traje un teléfono de ensueño y un aparejo para náufragos. Traje éste traje y otro más, y un faro que baja los párpados. Traje un limón contra la muerte y muchas ganas de vivir.
Fue entonces que nació la calma y hubo un silencio transparente. Un necio adujo que las pilas se hallaban húmedas de llanto y que por eso los micrófonos estaban sordos y perplejos.
Poquito a poco aquel asedio se fue estrechando en un abrazo y Mambrú, viejo y joven y único, sintió por fin que estaba en casa.
En éste enlace del instituto Cervantes podéis escucharlo con la voz del propio Benedetti:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras?portal=0&Ref=2809&audio=0
Cuando Mambrú se fue a la guerra, llevaba una almohadilla y un tirabuzón. La almohadilla para descansar después de las batallas y el tirabuzón para descorchar las efímeras victorias.
También llevaba un paraguas contra venablos, aguaceros y palabrotas; un anillo de oro para la suerte y contra los orzuelos y un llavero con la llave de su más íntimo desván.
Como a menudo le resultaba insoportable la ausencia de la señora de Mambrú, llevaba un ejemplar del “Cantar de los Cantares”. A fin de sobrellevar los veranillos de San Juan, un abanico persa y otro griego.
Llevaba una receta de sangría para sobornar al cándido enemigo y para el caso de que este no fuera sobornable llevaba un arcabuz y un verduguillo.
Así mismo unas botas de potro que rara vez usaba, ya que siempre le había gustado caminar descalzo y un caleidoscopio artesanal, debido probablemente a que Marey, Edison y Lumière no habían nacido aún para inventar el cine.
Llevaba por último, un escudo de arpillera porque los de hierro pesaban mucho y dos o tres principios fundamentales mezclados con la caspa, bajo el morrión.
Nunca se supo como le fue a Mambrú en la guerra, ni cuantas semanas o siglos se demoró en ella. Lo cierto es que no volvió para la Pascua ni para la Navidad. Por el contrario, transcurrieron centenares de Pascuas y de Navidades sin que volviera o enviara noticias. Nadie se acordaba de él ni de su perra. Nadie cantaba ya la canción que en su tiempo era un hit.
Y sin embargo, fue en medio de esa amnesia que regresó en un vuelo regular de Iberia, exactamente el miércoles pasado. Tan rozagante que nadie osó atribuirle más de un siglo y medio. Tan lozano que parecía el bisnieto de Mambrú.
Por supuesto ante retorno tan insólito hubo una conferencia de prensa en el abarrotado salón Vip. Todos quisieron conocer las novedades que traía Mambrú después de tanta guerra. Cuántas heridas. Cuántos grilletes. Cuántos casus belli. Cuántos pillajes y zafarranchos de combate. Cuánto orgullo. Cuántas lecciones. Cuántos laureles. Cuántas medallas y cruces y chafalonías.
Ante el asedio de micrófonos que diecinueve hombres de prensa blandían como cachiporras, Mambrú, oprimido pero afable solo alcanzó a decir: - Señores, no sé de qué me están hablando. Traje una brisa con arpegios, una paciencia que es un río, una memoria de cristal, un ruiseñor, dos ruiseñoras. Traje una flecha de arco iris y un túnel pródigo de ecos, tres rayos tímidos y una sonata para grillo y piano. Traje un lorito tartamudo y una canilla que no tose. Traje un teléfono de ensueño y un aparejo para náufragos. Traje éste traje y otro más, y un faro que baja los párpados. Traje un limón contra la muerte y muchas ganas de vivir.
Fue entonces que nació la calma y hubo un silencio transparente. Un necio adujo que las pilas se hallaban húmedas de llanto y que por eso los micrófonos estaban sordos y perplejos.
Poquito a poco aquel asedio se fue estrechando en un abrazo y Mambrú, viejo y joven y único, sintió por fin que estaba en casa.
En éste enlace del instituto Cervantes podéis escucharlo con la voz del propio Benedetti:
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